06 diciembre 2012

Mirror.

El primer paso era quererse y ese ya lo cumplían desde hace mucho tiempo. Pudiera ser que no hubiera forma alguna de romper el sentimiento o que eran tan fuertes juntos como ni ellos mismo sabían. La latitud norte del sentimiento es mayor que ellos.
Tenían demasiados sueños a los que se habían aferrado todo este tiempo. Los sueños de uno se convertían en el oportuno deseo de realizarlo en el otro y viceversa. Ambos tenían las cosas claras aunque a veces chocaran, como pasa en todo, y a todos. Querían recibir de forma directa el cariño que sentían en una noche juntos donde uno de sus sueños pudieran hacerse realidad al ritmo y son de esas canciones jodidamente oportunas que en ese momento escuchaban en la radio de la habitación de su hotel. Ya habían pasado varios años desde que empezaron a ver su amor el uno en el otro. Era el hotel más bonito de toda Sevilla, donde mejor se veían los edificios, el Nervión, la Giralda y las estrellas. Se concienciaban entre sábanas, sudor y amor de que todos sus días podrían ser así de perfectos. Eran felices, tal y como demostraban, tal y como querían y tal y como aseguraban. Suena el despertador y ésta vez, sin coger el avión se preparan para irse a la estación donde una hora más tarde él lleva en la espalda la pequeña maleta donde ambos guardan sus sueños, directos a Madrid.

 

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