20 diciembre 2013

Todos los días de mi vida.

El título suele ser lo último que se pone cuando terminas de escribir un capítulo, pero quizás ahí se encuentre el problema. En ocasiones no es necesario escribir título a cada capítulo porque no puedes saber si terminarás de escribirlo, si te quedarás a la mitad o si simplemente recordarás lo que tu mente quería escribir en un principio. En otras ocasiones y menos frecuentemente, los títulos están escritos en cuatro líneas. Este no es el caso de esta historia.
Eran imprescindibles los momentos. Indirectamente sus miradas se veían difuminadas en una misma imagen. Dos ojos negros y dos ojos verdes ahora mismo estaban tan solo en una imagen que mostraba algo más que la definición de amor. Tendemos a clasificar tanto nuestros sentimientos que a veces hasta nos olvidamos que todos somos distintos. Se moría de ganas por besar sus labios, pero no solo era eso. Se trataba de sentir su piel a centímetros o simplemente escuchar su voz a milímetros de su oído. Todo era relativo, diferente, pero había una cosa que seguía permaneciendo ahí. Difícil y sencillo a la vez. Como aquel camarero que pone todo a cuenta de una misma persona. Había una cosa que no cambiaba y era que por mucho tiempo que pudieran tardar en darse las manos, cada vez que otra persona le preguntaba por él, se emocionaba. Sólo el mismo sol y en mitad del camino, nuestro amor.


01 septiembre 2013

Bipolares circunstancias.

Los problemas acechaban en cualquier etapa de su vida, unas más, otras menos, pero siempre estaban ahí. Por mucho que se preguntara que había hecho mal no obtenía respuesta a esa ridícula e irónica pregunta. Vislumbraba cada detalle sin detenerse especialmente demasiado por miedo a darle más vueltas de lo necesario. Cada pensamiento era una metáfora. Decidió abstenerse por varios días de sus pensamientos, porque en varios días, se iba él. Quería hacerle feliz y que disfrutara de los anteriores días a su marcha, pero siempre se quedaba con ganas de más, y quién sabe si él también lo sentía. Todo se le quedaba pequeño excepto su sonrisa. Sabía que lo iba a echar de menos, y no era una persona que echara de menos fácilmente. Pero él era diferente. Le había dado todo lo que había querido y soñado durante años, pero las cosas no eran fáciles, para nada. Siempre había algo que no hacía posible su plena felicidad aunque cuando estaban juntos, todo lo demás sobraba. Pero a pesar de eso, las discusiones tocaban fondo y llegaba el momento en el que pensaba que no podía más. Pero aún así podía. A veces pensaba que podía con todo, otras en cambio con nada. Y así se le pasaba la vida, entre lágrimas y una sonrisa, porque para ella merecía la pena. Lo bueno de esto, es que muchas de las lágrimas también eran de felicidad.


02 julio 2013

Miedo.

Mechones de pelo desordenados caían desde su coleta mal peinada insinuando quién sabe qué. Se podría decir que el paseo por la playa no le había sentado mal pero ha sido llegar a casa y lo ha sentido. Ha sentido como su miedo recorría su espalda, desde su nuca hasta el final de su columna vertebral burlándose de ella seriamente. Miedo a perder. Miedo a soñar. Miedo a querer. Miedo a dar de ella. Miedo a no poder continuar. Miedo a no saber aprovechar. Miedo a no saber conservar. Pero todos estos miedos se le quedaban cortos en la escala métrica de su ansiedad. Pensaba inútilmente saciar sus compromisos inservibles. Y todos ellos seguirían siendo miedos hasta que no tuviera miedo de vivir, hasta que estuviera segura de sí misma.

10 febrero 2013

Caos.

La velocidad que cogían las lágrimas por sus mejillas era indescriptible.  Se juntaban las emociones con los sentimientos y había un total caos en su cabeza, hasta tal punto en el que su mente no podía mas y entonces más lágrimas dolidas se hacían notar por su blanca tez. Llega un punto en la vida en el que te planteas si algo de lo que haces merece la pena y miles de respuestas negativas asaltan el muro hasta llegar a lo más profundo de tu mente y quedarte en un caos totalmente absorvente. Podía referirse a un choque entre cabeza y corazón, pero era mucho más que eso. No sabía a donde se dirigía y lo más importante, donde dirigirse ahora, después de todo, después de todos. Aun así había un sentimiento que en su corazón quedara claro, por que sí, estaba en su corazón aunque las más acertadas ciencias dijeran que el amor no estaba en el corazón sino en la mente. Nada de eso le servía si sus sentimientos no estaban colocados, ordenados, tirados en la lista de espera cuál sopa de letras se tratara. Letras que se juntaban y que no concordaban con su corazón, espacios en blanco, anillos sin dedos en los que ajustarse y piel sin la que unos dedos podrían traspasar la barrera emocional. De poco le sirve escribir, lo justo para sentirte servible y amante de las letras que van sin ton ni son por cualquier lugar de su oscura habitación. Los problemas la invadían, no sabía como escapar ni como enfrentarse, se creía fuerte hasta que descubrió lo que era la verdadera fortaleza. Nunca es suficiente. Nada